lunes, 11 de enero de 2010

Pagó su Karma


Uno de esos intensos días de verano, un poco antes de que llegara el monzón, paramos en una estación de gasolina en medio de la autopista EM Bypass. Todavía faltaban mas o menos 45 minutos para llegar a la casa, que quedaba en las afueras de Calcuta. Continuamos por la paralela a la autopista, que en un punto estaba cerrada porque la estaban re pavimentando y tocó devolvernos. Ya dando la vuelta, descubrí a un hombre tirado en el separador. Estaba medio desnudo y al principio pensé que estaba dormido, cuando miré con más detenimiento, me di cuenta que en la parte de la cadera ya no tenía piel, los cuervos y las moscas se la habían comido. ¡El hombre estaba muerto!
Debo admitir que es la primera vez que veo a una persona muerta, nunca en mi vida había visto algo así. Quise llamar a la policía para informarle, pero el conductor, en medio de su poco inglés, me dijo que no, que jamás llamara a la policía para esos casos. La verdad no entendí por qué, hasta ese día por la noche. Resulta que si se llama a la policía, a uno le toca hacerse cargo de la muerte de esa persona, así no la conociera, uno quedaría inmediatamente tachado como culpable.

La verdad no puedo explicar todo lo que sentí en ese momento. Yo veía pasar a la gente caminando al lado del cuerpo tirado y nadie hacía nada, simplemente no les importaba. Fue una sensación de impotencia, tristeza, rabia. La verdad no entendía nada, y lo único que pude hacer en ese momento fue llorar.

Voy a transcribir un correo que le envié a mi tío Capi al otro día:
"...la verdad fue una imagen muy dura... por la noche me costó mucho trabajo dormir, me vine a quedar dormida como a las 3am porque no me podía borrar eso de la cabeza.

Bueno, supongo que son cosas que me ayudarán a crecer, y no me refiero con eso a insensibilizarse, sino a conocer la cultura y entenderla, pues, después de pensar mucho supongo que ellos van mucho más allá de lo material y un cuerpo sin vida no es mayor cosa, como podría serlo para nosotros. La verdad es la primera vez en mi vida que veo a un muerto y más verlo en esas condiciones, de verdad me partió el alma. Me dieron ganas de vomitar, me empezó a doler el estómago (que por cierto, no viene muy bien desde hace algunos días), se me secó la boca y me temblaban las piernas. En ese momento pensé ¿qué carajos hago en este país? pues, uno al ver cosas como esas se pregunta ¿Dónde está la espiritualidad de la que tanto hablan? si una persona pierde la vida y la verdad a nadie le importa. Y bueno, supongo que son muchas cosas reunidas, sólo espero poder aprender cada día más, pero ¿será que hay una forma de aprendizaje menos cruel?"

En India la muerte es algo tan cotidiano, que al fin y al cabo, un paria más, o un paria menos no hace la diferencia. Su mentalidad fuera de lo material, hace que el cuerpo sin vida adquiera poca importancia. Ese hombre ya pagó su Karma, y en su siguiente vida seguramente será mucho más feliz de lo que fue en esta.

Al siguiente día, al volver a pasar por ese mismo punto, noté que el cuerpo ya no estaba ahí, y pensé que probablemente ya lo habían enterrado. Errado. Lo habían movido unos cuantos metros más adelante para que los obreros que estaban trabajando en la carretera, pudieran continuar con ese tramo.

Unos días después, al comentar con algunos amigos occidentales lo que había visto, noté con asombro que todos habían visto por lo menos uno o dos cuerpos muertos, incluso uno vio cómo mataban a un señor. Afortunadamente no he vuelto a ver ninguno, pero he visto algo que me duele mucho más, personas vivas que parecen casi muertas, y la verdad no sé qué es peor. Todo al final se convierte en parte del crecimiento espiritual y del aprendizaje de la vida, y por muy duro que sea, nos enseña a apreciar cada día y a vivirlo como si fuera el último.

viernes, 1 de enero de 2010

Calcuta me abre sus puertas

Llegamos a Calcuta creo que el 5 o el 6 de Junio. Como les dije antes, no tengo muy buena memoria, y mucho menos para las fechas.
La Ciudad de la Alegría nos recibía nuevamente, pero esta vez con un caluroso y húmedo abrazo de época de pre monzón, donde las temperaturas se elevan hasta 50°C. En medio de tanto calor parece como si el tiempo se detuviera, las hojas de los árboles totalmente inmóviles y uno busca inútilmente una pequeña brisa que lo refresque. Resulta difícil moverse, dar un sólo paso es como correr 100 metros y cada tanto uno busca un lugar con aire acondicionado para refrescarse un poco. Las botellas de agua no parecen suficientes para hidratarse.
Mucha gente muere durante ésta oleada de calor por la deshidratación y la ausencia de agua potable. Las moscas y los cuervos hacen fiesta, pues la putrefacción se produce a gran velocidad.

La vida en ésta ciudad, a pesar de su clima, continúa su curso normal. Sus habitantes siguen tratando de sobrevivir cada segundo, como lo han hecho desde siempre. Si tienen hoy, es muy probable que ya mañana no tengan. Viven el presente sin saber si habrá futuro.

Días antes de llegar, la ciudad había sido azotada por un fuerte ciclón que dejó a miles de personas sin dónde refugiarse. Otros miles que llegarán a ocupar un lugar en los andenes. El orden en medio del desorden. Cada familia tiene su pedazo de duro andén y respeta el espacio de los demás. Mientras el padre de la familia va a buscar alimento para pasar el día, las mujeres limpian su "hogar" con pequeñas escobas hechas con ramas secas y lavan sus ropas que después cuelgan en los separadores de las calles.
Entre las familias vecinas se colaboran sin importar de dónde provienen ni a qué religión pertenecen. Si alguna familia no tiene alimento, y sus vecinos tienen un poco de arroz o roti*, lo comparten, sabiendo que si mañana ellos no tienen, alguien les dará también. Cuando cae la noche, la temperatura baja un poco y la humedad aumenta, ellos se acomodan perfectamente alineados unos con otros en su pedazo de andén. Algunos tienen hasta camas hechas con pedazos de madera que encuentran en los basureros. Las madres abrazan a sus hijos y los envuelven con la tela de su sari, un cuadro enternecedor que le aprieta a uno el corazón y le hace un nudo en la garganta. Caen dormidos en un profundo sueño donde son felices, para amanecer al siguiente día y continuar con su travesía de supervivencia.

Calcuta, ciudad que guarda millones de historias, llena de vida y algunas veces (como Dominique Lapierre la describe) inhumana, alberga habitantes con miradas tristes, vacías, pero también cálidas y llenas de esperanza.

En ésta ciudad, a pesar de su pobreza, la gente no pide limosna, aunque algunas veces, al descubrir que uno es extranjero (porque los extranjeros son "millonarios") piden algunas rupias. Ellos aceptan su karma y no pierden la esperanza de que en su próxima vida no reencarnarán en un pobre.

La lección que te da esta gente es invaluable. Ellos, sin saber que nos están educando, a nosotros, los de otros mundos, a nosotros los extranjeros que somos "millonarios" y que hemos tenido oportunidades con las que ellos ni siquiera sueñan. Ellos, que sin decirnos una palabra, nos enseñan a vivir, nos enseñan a apreciar, a agradecer. Ellos, que con sólo una mirada nos envían millones de mensajes sin pedir nada a cambio y nos enseñan a vivir.

*Pan redondo y aplastado hecho con harina de trigo y agua. Parecen arepas